En marzo, Mes del Día Internacional de la Mujer, hemos estado compartiendo contenido en nuestras redes sociales relacionado con escritoras transformadoras. A continuación presentamos cinco poemas representativos de las poetas que seleccionamos para visibilizar este mes:
Déjenme sola con mis cosas de Anjelmaría Dávila
Déjenme sola con mis cosas dejenme sola en el baño con mis pestes mis escreciones, mis intimidades. déjenme… sola en mi cuarto al desvelo alucinada y llena de llagas, o ardorosa o aullando. dejen que llore cuan-do-me-dé-la-gana mientras friego o desconjelo el fríser que rabie probando las habichuelas que voltee desesperada el arroz. —escúsenme el beso por un tiempo—
DÉJENME YA
Poema sobre mis derechos de June Jordan
Aún esta noche necesito dar un paseo y aclarar
lo que pienso sobre este poema sobre por qué no puedo
salir por ahí sin antes cambiar mi ropa mis zapatos
la postura de mi cuerpo mi identidad de género mi edad
mi estatus de ser una mujer sola al caer la noche/
sola en las calles/estar sola no es el punto/
el punto es no poder hacer lo que quiero
hacer con mi propio cuerpo porque soy el sexo
equivocado la edad equivocada la piel equivocada y
no debería estar aquí en la ciudad sino en la playa/
o lejos entre los bosques y quise ir
hasta ahí por mí misma pensando en Dios/o pensando
en los niños o en el mundo/todo esto
revelado por las estrellas y el silencio:
no pude ir y no pude pensar y no pude
estar ahí
sola
como necesito estar
sola porque no puedo hacer lo que quiero con mi propio
cuerpo y
quién demonios ordena este tipo
de cosas
en Francia ellos dicen que si un hombre me penetra
pero no eyacula dentro entonces no me violó
y si después de apuñalarlo si después de los gritos si
después de hacerlo implorar y si aún después de golpear
su cabeza con un martillo y todavía después si él
y sus amigos me cogen después de esto
yo he consentido y no hubo
violación porque al fin comprendes por fin
ellos me jodieron una vez más porque estaba equivocada
me equivoqué de nuevo por ser yo siendo yo en donde estuve/
equivocada por ser quien soy
lo que es exactamente igual a Sudáfrica
penetrando en Namibia penetrando en
Angola y lo que esto significa quiero decir cómo sabes si
Pretoria eyacula cómo se verá la evidencia la prueba
de eyaculación de la bota militar monstruosa sobre la Tierra Negra
y si
después de Namibia y si después de Angola y si después de Zimbabwe
y si después de todo mis parientes y mujeres resisten hasta
la autoinmolación de los pueblos y si aún
después de eso, perdemos ¿qué dirán esos hombrecitos?
¿clamarán mi consentimiento?:
¿Me sigues? Somos las personas equivocadas de
la piel equivocada en el continente equivocado y por qué
demonios todos están razonablemente de acuerdo
con lo que dice el Times esta semana
en 1966 la C. I. A. decidió que tenía ese problema
y el problema fue un hombre llamado Nkrumah así que
lo mataron y antes fue Patrice Lumumba
y antes fue mi padre en el campus
de mi universidad de la Liga Ivy y mi padre asustado
al caminar por la cafetería porque decía ser
un error la edad equivocada la piel equivocada la
identidad de género equivocada él pagaba mi matrícula y
antes de eso
fue mi padre diciendo que me equivocaba al decir eso
debería haber sido un niño porque él quería uno/un
niño y debería haber tenido la piel clara y
el cabello lacio y no debería
ser un muchacho muy loco tan sólo debería
ser uno más/ un muchacho y antes
fue mi madre suplicando una cirugía plástica para
mi nariz y brackets para mis dientes y diciéndome
que soltara los libros que los dejara ser libres en otras
palabras
estoy muy familiarizada con los problemas de la C. I. A.
y los problemas de Sudáfrica y los problemas
de la corporación Exxon y los problemas de la América
blanca y los problemas de los maestros
los predicadores y el F. B. I. y los trabajadores
sociales y los que tengo con Mamá y Papá. Estoy muy
familiarizada con los problemas porque los problemas
se convierten en
mí
soy la historia de la violación
soy la historia de la negación de quien soy
soy la historia del terrorífico encarcelamiento de
mí misma
soy la historia de los asaltos y las agresiones y los ilimitados
ejércitos en contra de lo que sea que quiera hacer con mi mente
con mi cuerpo y mi alma y
si esto es acerca de caminar por la noche
o si esto es acerca del amor que siento o
si esto es acerca de la santidad de mi vagina o
la santidad de mis fronteras nacionales
o la santidad de mis líderes o la santidad
de cada uno de los deseos
que conozco desde mi personal e idiosincrático
e innegablemente solo y singular corazón
he sido violada
soy–
porque he sido un error el sexo equivocado la edad equivocada
la piel equivocada la nariz equivocada el cabello equivocado la
necesidad equivocada el sueño equivocado la geografía equivocada
el sartorial equivocado
he sido el significado de violación
he sido el problema que todos buscan
eliminar por la fuerza
la penetración con o sin la evidencia de baba/
pero deja que este sea un poema sin errores
no está consentido yo no consiento
a mi madre a mi padre a los maestros al
F. B. I. a Sudáfrica a Bedford-Stuy
a Park Avenue a American Airlines a los indigentes
que muestran su pene en las esquinas a los secuestros
furtivos en autos
No soy un error: Error no es mi nombre
Mi nombre es mío mío mío
y no puedo decirte quién diablos ordena este tipo de cosas
pero puedo decirte que desde ahora mi resistencia
mi simple autodeterminación diaria y nocturna
puede muy bien costarte la vida.
Qué diría de Alfonsina Storni
¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
Si en un día fortuito, por ultrafantasía,
Me tiñera el cabello de plateado y violeta,
Usara peplo griego, cambiara la peineta
Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
Cantara por las calles al compás de violines,
O dijera mis versos recorriendo las plazas,
Libertado mi gusto de vulgares mordazas?
¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?
En verdad que pensarlo me da un poco de risa.
Lady Lázaro de Sylvia Plath
He vuelto a hacerlo.
Una vez por decenio
me las compongo...
Especie de milagro andante, mi piel
que destella como una pantalla de lámpara nazi,
mi pie derecho
pisapapeles,
mi rostro sin rasgos, delicada
tela judía.
Arráncame el paño,
oh enemigo mío.
¿Infundo terror?...
¿La nariz, las cuencas de los ojos, todos los dientes?
El aliento agrio
en un día se irá.
Pronto, pronto la carne
que devoró la tétrica caverna
en mí estará a sus anchas
y seré una mujer que sonríe.
No tengo más que treinta años.
Y, al igual que los gatos, siete ocasiones para morir.
Ésta es la Número Tres.
¡Qué basura
a aniquilar cada diez años!
¡Qué millón de filamentos!
La multitud de mascacacahuetes
se apelotona para mirar
cómo me desenvuelven de pies y manos
¡Gran strip-tease!
Caballeros señoras:
éstas, pues, son mis manos.
Mis rodillas.
Puedo estar en los huesos,
pero, no obstante, sigo siendo la misma idéntica mujer.
La primera vez que sucedió yo tenía diez años.
Fue un accidente.
La segunda vez estaba decidida
a seguir hasta el fin, a no regresar nunca.
Meciéndome, me cerré
como una concha.
Tuvieron que llamarme una y otra vez,
que arrancarme uno a uno los gusanos, como perlas pringosas.
Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Es bastante fácil hacerlo, y quedarse esperando.
Es la teatral
reaparición a pleno día,
en el mismo lugar, ante la misma cara, al mismo bestial
y divertido grito
-¡es un milagro!-,
que te deja inconsciente.
Hay que pagar,
por verme las cicatrices; hay que pagar
por escucharme el corazón...
Late de veras.
Y hay que pagar; hay que pagar muchísimo,
por palabra o contacto,
o un poquito de sangre
o un jirón de mi pelo o de mi ropa.
¿Y pues, Herr Doktor?
¿Y pues, Herr Enemigo?
Soy tu opus,
soy tu inversión,
el bebé de oro puro
que se funde en un grito.
Me doy vuelta y me abraso.
No creas que no estimo tu preocupación en todo lo que vale.
Ceniza, ceniza...
que eres tú quien atiza y quien remueve.
Carne, hueso, no queda nada...
Una pastilla de jabón.
Un anillo de boda.
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer;
tened cuidado,
tened cuidado.
De las cenizas
con el cabello rojo me levanto
y me como a los hombres como aire.
Poema del yugo
de Marguerite Yourcenar
Las mujeres de mi país llevan sobre los hombros un yugo; Su corazón pesado y lento oscila entre esos dos polos; A cada paso, dos grandes baldes de leche chocan Uno con otro contra sus rodillas; El alma materna de las vacas, la espuma del pasto masticado, Brotan en olas nauseosas dulces. Soy igual que la sirvienta de la granja; A lo largo del dolor me avanzo de un paso firme;
El balde del lado izquierdo está lleno de sangre; Puedes beber y saciarte de ese pujante jugo. El balde del lado derecho está lleno de hielo; Puedes inclinarte y contemplar tu rostro laso. Así voy entre mi destino y mi suerte, Entre mi sangre caliente y líquida y mi amor límpido muerto. Y cuando esté segura que ni espejo ni bebida Pueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje, No quebraré el espejo resignado, No volcaré el balde donde sangró toda mi vida. Iré llevando mi balde de sangre en la noche negra Allí donde están los muertos que en él a beber vendrán. Iré donde están las olas con mi balde de hielo; El breve gemido de la orilla será menos dulce que mi llanto; Un rostro pálido grande se asomará a la duna Y ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la luna.
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