Eyerí es un adolescente puertorriqueño que atraviesa un periodo de grandes cambios y cuestionamientos. Su familia, de clase trabajadora, se ha mudado al campo; el padre, que les ha inculcado el ideal independentista, de repente empieza a asistir con la madre a una iglesia protestante en la que salpican los sermones de sentencias en inglés y que pertenece a una tendencia que comúnmente se le conoce como “prosperity gospel”: el evangelio de la prosperidad.
En este vuelco que da la vida familiar, que incluye cambiar a Eyerí a una escuela de la propia congregación a la que ahora pertenecen, el joven empieza a notar su atracción por otros jóvenes de su mismo sexo.
Robles retrata en su novela la profunda soledad que puede sentir el adolescente que está explorando su identidad y su sexualidad, especialmente en un ámbito plagado de juicios. El terror propio que desarrolla el protagonista ante la certeza de la condenación, pero el deseo imposible de combatir a pesar de toda la represión interna y externa, llegan a un punto insostenible que fractura todas aquellas columnas rígidas que comenzaron a erigir sus familiares una vez se cimentaron en la religión. A pesar de las terapias de conversión, de los intentos desesperados por sus correligionarios y familiares por exorcizar los demonios de Eyerí, el amor y la amistad muestran ser precisamente ese cimiento fundamental sobre el cual, como personas, nos sostenemos y afirmamos nuestra identidad.
Con una prosa que a menudo es jocosa, muchas veces es cercana y otras veces es sencillamente espeluznante, Húascar Robles retrata una cotidianidad común, pero oculta, que vive la juventud diversa que se cría en ambientes represivos regidos por un Dios al que solo le importan el dinero y el control. Es un retrato urgente de una generación que se cría entre el inglés y el español, el amor privado y el odio público, las aspiraciones a la prosperidad y la realidad precaria, y los supuestos demonios que les poseen y la libertad de afirmarse tal y cual son.
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