Cardonadas para habitar
- De libro en libro
- 16 nov
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 nov
por Verónica Rivera Torres
Luego de leer Esto también es una casa, del autor puertorriqueño Cézanne Cardona, me quedo con lo que ahora llamo sus cardonadas. Son coordenadas torcidas por el calor de Puerto Rico, guías de cómo moverse entre la belleza y la carencia, por la costumbre de vivir entre lo que se rompe y lo que se arregla.

Cardonada 1 — La casa que da origen a todas las cosas
La madre es la casa primera, esa casa que nos forma, nos nombra, pero también nos enseña que todo refugio es imperfecto. En la madre conviven el abrigo y la contradicción, la ternura y el cansancio. En esa complejidad se encuentra el primer ensayo de reinventar el hogar, y de ahí parte la novela: que toda casa es relación, vínculo, movimiento. Que toda casa, incluso la que da origen a todas las otras, puede ser de múltiples formas.

Cardonada 2 — La casa que somos nosotras
Una casa no es algo permanente, fijo ni inamovible. Incluso dentro de una misma casa podemos ser distintos y rehacernos según la necesidad. Podemos tener el torso en un segundo nivel y las piernas en el primero. Ese espacio al que llamamos casa cambia con la luz, con el ánimo, con quien lo habita o lo abandona. Hay rincones donde decimos la verdad sin miedo; otros donde aprendemos a callar. Existen espacios que invitan a soñar con valentía y otros que nos empujan a la quietud o la resignación. Tal vez eso sea lo que nos revela el libro: que la casa somos nosotras. Quizás esa sea la cardonada principal.

Cardonada 3 — La casa que se vacía, pero se lleva en la maleta
Una encuesta reciente revela que una de cada cuatro personas en Puerto Rico quiere marcharse, y pienso en qué pasa con una casa cuando ya no vive nadie: cuando te la quitan, cuando deja de serlo, o cuando hay que moverse, por obligación, a otro sitio. Me imagino a esas personas cargando sus maletas con sus casas dentro: una greca, el bolígrafo que les regaló el abuelo, el diploma de escuela superior que se salvó de una inundación. Cosas así.

Cardonada 4 — Las no-casas que inevitablemente se reconstruyen
Las no-casas surgen repentinas, de una muerte, de una ruptura, del fin de un ciclo. En la casa se forman y se viven las discusiones, los malentendidos, las cosas que duelen. En una casa se rompen muchas cosas, y una palabra basta para que lo construido se vuelva frágil y susceptible al fin de los tiempos. De esas casas que fueron y estuvieron, que nos habitaron y habitamos, surge otra por obligación. La reconstrucción es un derecho, una promesa, pero también una inevitabilidad. Siempre habitaremos un espacio, incluso después de la pérdida.

La casa se reconstruye acomodando nuevas formas de habitarla con gestos mínimos y rutinas cotidianas: colar el café una hora más tarde, regar las plantas cuando quien las regaba ya no está, recibir con entusiasmo al perrito que antes vivía contigo.

Cardonada 5 — La casa que es país
En esta casa-país donde todo se oxida, las enredaderas insisten en crecer y envolver las rejas de acero. Los huracanes arrancan letras de los rótulos, pero hacemos palabras con las que quedan. Entre tanta ida y venida, entendemos por fin que la casa es inescapable: se anda con ella, aunque sea un lugar que se abandona y, en consecuencia, un lugar al que se puede regresar.
La casa es todo lo que habitamos, incluso aquello que no podemos negar.
*fotos tomadas por la autora en lugares que llama casa.



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